El vestíbulo es un espacio de pausa.
El vestíbulo es una recepción.
E vestíbulo es un espacio para dar la bienvenida a la casa a una visita.
El vestíbulo es un espacio de protocolo; Ahí se intercambian gestos de reconocimiento entre el habitante de la casa y la persona que lo visita.
El vestíbulo se vuelve un espacio de observación; Desde ahí se puede ver el resto de la casa sin invadir la casa aun.
El vestíbulo es un gesto introductor, te introduce a la casa manteniendo su propia distancia.
El vestíbulo es un espacio de transición, un espacio cuya función es permitirte dejar cosas atrás antes de penetrar a la intimidad de una casa.
El vestíbulo es una extensión del acceso. Puede que ya estes adentro de la casa, pero no haz aun penetrado la esfera intima de la casa.
El vestíbulo enmarca la intimidad de una casa (intimidad que no le pertenece al vestíbulo).
Un vestíbulo vacío suele ser muy impactante, hace la pausa espacial más extensa.
Un vestíbulo iluminado por una ventana arriba o al lado de la puerta por la que entraste te recuerda lo cercano que estás de donde venias.
En vestíbulo con una mesa con un florero con flores frescas en un gesto muy elegante de bienvenida.
Un vestíbulo con una banca y un perchero es muy útil.
Un vestíbulo con una silla suele ser señal de que quizá tengas que esperar un par de minutos antes de que te atiendan.
Hay vestíbulos muy compactos, que funcionan como embudos para filtrar condiciones exteriores y pasarte a la amplitud de la casa.
Arte en las paredes de un vestíbulo tiene la función de entretener la espera. No es arte con el que los habitantes de la casa convivan de manera cotidiana.
Un vestíbulo con una mesa lateral llena de correo me da ansiedad. Siento que el dueño de la casa no ha querido enfrentar a los aspectos tediosos pero prácticos de la vida cotidiana. Mantener el correo sin abrir en el vestíbulo es mantener lo inevitable a distancia del refugio que es interior profundo de la casa.
Un vestíbulo con una mesa lateral llena de fotografías familiares me parece indiscreto.
Un vestíbulo con un paraguas secándose me parece una señal de vitalidad, una muestra de un refugio que acaba de recibir a sus habitantes.
Un vestíbulo con una mesa lateral con una lámpara prendida sobre ella me parece un gesto cálido.
Me gusta cuando el piso exterior penetra hasta el vestíbulo. Dicho gesto, me parece, reconoce el umbral de transición entre el afuera y el adentro de una casa.
Me gusta cuando el vestíbulo, todo lo que su espacio y su función implica, ocurre al exterior, justo antes de atravesar la puerta de acceso al interior de la casa. Eso implica que se ha considerado nuestra visita, que se ha hecho espacio y se ha hecho un gesto de bienvenida, inclusive antes de tener que entrar a la casa. Eres bienvenido por adelantado.
Un carismático jardín es el mejor vestíbulo para una casa que me puedo imaginar.
Mi primer visita a un edificio como estudiante ya de arquitectura, lo cual volvía la visita en una lección, fue al Museo Kimball de Louis Kahn. Lo que más recuerdo de la visita fue llegar a él. Me sorprendió el contexto, una zona residencial de los suburbios americanos, con casas de un nivel rodeados de pasto. El museo mantenía estas características. Primero caminé por un campo amplio de pasto. Luego atravesé una superficie de grava suelta con varios arboles pequeños situados entre ellos a distancias precisas. Finalmente, me paré debajo de una de sus bóvedas, en este caso una bóveda vacía, en donde un pequeño rayo de luz se filtraba lateralmente marcando una linea en el piso que uno debía cruzar para entrar al edificio. Nunca me había sentido tan consciente de entrar a un edificio. Cada gesto arquitectónico parecía estar ahí para marcar un umbral más entre exterior e interior. Por primera vez estuve consciente de la experiencia de entrar a un espacio. Cruce el umbral del exterior para descubrirme diferente en el interior.